Sabemos que,
situado sobre el sistema límbico, el neo córtex del Homo Sapiens, es mucho más
grande que el de cualquier otra especie y le ha aportado todo aquello que es
característicamente humano, o sea los sentimientos.
Por eso, la
habilidad que una persona adquiere en el terreno emocional, determinará de
manera decisiva la vida de cada uno de nosotros. Marcará la diferencia entre
individuos con nivel intelectual parecido, mientras que unos prosperan, otros
acaban en una callejuela sin salida.
¿Qué haces
cuando alguien te hace enfadar?
¿Cómo
reaccionas frente la provocación de otra persona?
¿Te pones de
vez en cuando en la piel de tu pareja antes de juzgarla?
¿Cómo
reaccionas ante un comportamiento violento?
¿Si
fracasas, sigues adelante o te derrumbas?
¿Si te
diagnostican un cáncer o un ser querido tuyo enferma gravemente, te das por
vencido o estás preparado para luchar?
¿Te lo tomas
todo a pecho y dejas que los demás te hieran o no?
Todas las
respuestas, que damos a estas preguntas, aunque sean diferentes y propias de
cada uno, tienen que ver con la IE, ya que somos no sólo seres racionales, sino
también seres emocionales.
El interés por las emociones ha existido a lo largo de toda la historia. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con otras materias que van desde las matemáticas hasta la literatura y que ya formaban parte de las enseñanzas desde siempre, la educación emocional ha sido la gran olvidada. Pero gracias a personas como Charles Darwin, Thorndike, David Wechsler y a finales del siglo XX Daniel Goleman y gracias a nosotros, los coach que seguimos trabajándola y la damos importancia, la IE posiblemente se convertirá en un futuro próximo en parte esencial de los currículums escolares.
Y con
eso llegamos a una pregunta importantísima:Puede
educarse la inteligencia emocional?
No sólo puede educarse si no que debe educarse; debemos en el futuro invertir en educación emocional. Sin embargo, aunque la IE es imprescindible, no todo el mundo tiene la misma capacidad innata para ser emocionalmente inteligente. |
Nuestro nivel de IE
depende de muchos factores: depende de nuestra
propia historia, cultura y experiencias (que sean buenas o malas), hemos
estado programados a sentir de una manera u otra. También depende de nuestra personalidad (si somos más activos o más pasivos, cómo enfocamos
los problemas, qué temperamento tenemos, etc.) y de nuestro entorno actual (las personas que nos rodean y nos
influencian, las personas con quienes elegimos estar, que pueden influir en
nuestro futuro para bien o para mal).
Actualmente
vivimos en un mundo donde cada día perdemos sensibilidad ante nuestro entorno
y las personas que nos rodean. Simplemente porque nos cuesta demasiado hacer
contacto con nuestros sentimientos.
De ahí la
importancia de tener una educación emocional que nos permita hacernos
conscientes de aquello que sentimos, es decir poder convertirnos en nuestros
propios observadores para ir analizando descubriendo y por lo tanto
controlando aquello que nos empuja a actuar, y tener cada vez mayor control en
nuestras respuestas.
Mi
sugerencia es lo siguiente:
Vive
tus sentimientos, siéntelos, pero
-como dice Aristóteles- “…con la persona adecuada, en el grado exacto, en el
momento oportuno, con el propósito justo y de la manera correcta...” El día
que lo consigas, celébralo, como el día en que te convertiste en un maestro
de la Inteligencia Emocional.
Para
ello, te dejo 6 ejercicios que te ayudaran a
desarrollar tu IE:
1. Lleva
un registro
Lo
que no se puede medir, no se puede mejorar.
Sentimos casi innumerables emociones al día y estas emociones influyen
directamente en nuestras acciones. Apunta qué es lo que sientes y en qué
momento y por qué, lleva un registro o un diario y descubrirás los patrones y
la motivación emocional detrás de tus acciones.
2. Exprésate
Una
cosa es saber lo que sientes y otra cosa es saber expresarlo, sin embargo
ambas son igualmente importantes. En este aspecto sólo se puede mejorar
haciéndolo, así que exprésate, no te impongas. Recuerda que hay tantas
perspectivas como personas en el mundo.
3. No
darle vueltas a lo que no te gusta
Fíjate
en lo que centras tu atención. No te guardes lo malo, recuerda, exprésate.
Haz todo lo posible para cambiar tu foco de atención.
4. Vuélvete
un maestro Zen al escuchar
La
próxima vez que venga alguien a contarte un problema, haz un esfuerzo
consciente de escucharle con toda tu atención. Escucha, observa, aprende…Algunas
veces lo único que necesitan las personas para encontrar soluciones a sus
problemas es expresarlos. Así que haz un esfuerzo consciente, te servirá.
5. Préstale
atención al lenguaje corporal
Presta
atención tanto a tu propio lenguaje corporal, como al de los demás. Y procura
que el tuyo sea coherente con el mensaje que estás expresando con palabras. Observa
una película sin volumen. Trata de entender qué es lo que sucede y por qué.
Eso sí, procura alquilar una buena película.:)
6. El
espejo emocional
Aprende
a reflejar las emociones de los demás. Vibra al mismo nivel que
los demás o procura hacerlo en un nivel ligeramente por encima. Esto
desarrolla las conexiones con los demás.
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