Cuando pensamos y decimos inteligencia, nos referimos en general al coeficiente intelectual. Así nos educaron tanto en la familia como en la escuela, sugiriendo que la inteligencia es solamente el coeficiente intelectual. Aunque todos sabemos muy bien que en nuestra vida cotidiana no tiene nada que ver con los estudios, más bien con nuestras decisiones, nuestras relaciones, nuestra disposición, incluso nuestra forma de pensar, y que solemos apoyarnos igualmente o incluso más en la mente emocional, que nos proporciona un conjunto de habilidades, que se conoce como inteligencia emocional.
Aunque parezca lógico, no voy a daros ninguna definición de la
Inteligencia Emocional. No soy partidaria de las definiciones pre-fabricadas, porque tengo la sensación de que las
definiciones de otras personas pueden reducir demasiado el contenido de un
concepto. Además, usarlas nos impide ser creativos y crear nuestras propias
definiciones y si tenemos en cuenta la diversidad humana, nunca llegan a
reflejar exactamente las mismas ideas, que cada uno tiene en su mente. Por eso
prefiero animaros a reflexionar y revestir de palabras vuestras propias
impresiones.
Lo que yo he
experimentado sobre la Inteligencia Emocional fue gracias al hecho de hacerme numerosas
preguntas como por ejemplo:
¿Tengo la capacidad
de reconocer mis propias emociones y de controlarlas; la capacidad de auto-motivarme
hasta en las situaciones más “oscuras”; de reconocer las emociones de los demás
y de controlar mis relaciones?
¿Persevero mi empeño a pesar de las
posibles frustraciones? ¿Controlo mis impulsos? ¿Soy capaz de regular mis
propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con mis
facultades racionales? ¿Suelo empatizar y confiar en los demás? Todas estas
preguntas derivan
prácticamente de estas tres palabras, las cuales son los tres pilares de la IE:
·
autoconocimiento
·
auto regulación
·
auto motivación
Tres palabras
mágicas, tres cosas imprescindibles, si quieres desarrollarte como persona, si
quieres ser más, algo mejor de lo que eres ahora.
Hoy en día, en el 2013,
lamentablemente no todo el mundo conoce todavía el significado de la Inteligencia
emocional. Son mucho menos todavía, los que se hacen la pregunta: ¿Por qué es
importante la inteligencia emocional? y sólo una pequeña parte de la sociedad
se considera inteligente emocionalmente al menos, de forma consciente.
En el año 2005 después de terminar mi formación en la facultad, estaba
buscando trabajo y en mi primera entrevista me sorprendió, que el Director
General (quien coordinaba la reunión) echó una breve mirada a mi currículum, me
hizo un par de preguntas sobre aspectos técnicos y el resto de la hora que duró
la entrevista se dedicó a explorar cómo manejaba mi ansiedad, cómo podía
manejar las emociones de mi equipo de trabajo frente a nuevos desafíos, y otras
cosas similares.
Y ahí me di cuenta por primera vez de la importancia de la IE fuera de mi
vida privada.
Saber que una persona ha conseguido graduarse con unas notas excelentes
equivale a saber que es muy buena en las pruebas de evaluación académicas, pero
no nos dice nada sobre la forma en la que reaccionará delante de las
dificultades que se le presenten en la vida.
En estos momentos de la entrevista empecé a ver claramente mi problema: yo
estaba más que preparada para aplicar mis conocimientos adquiridos en la
universidad, pero no estaba nada preparada para formar parte de un equipo de
trabajo o tener personas a mi cargo, ya que la inteligencia académica no ofrece
ninguna preparación para la multitud de dificultades u oportunidades a las que
tendremos que enfrentarnos en el trabajo y fuera de él, en la vida.
Fue en ese momento que me hice por primera vez la pregunta:
Si el coeficiente de inteligencia no representa ninguna garantía de
prosperidad, prestigio ni felicidad, entonces nuestras escuelas y nuestra
cultura ¿por qué continúa insistiendo en
el desarrollo de las habilidades académica sin tener en cuenta la inteligencia
emocional?
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