Hoy voy a compartir con vosotros un cuento real sobre el amor. Es diferente, es original y sobre todo verdad. No conozco el autor, sin embargo le felicito, porque su mensaje ha llegado a mi corazón y espero, que llegará al vuestro también.
Dos personas se encuentran. Se miran, empieza
el baile de los sentimientos. Se abren mundos nuevos, hasta ahora cerrados bajo
llave…Sienten amor. Son felices. Pero de repente pasa algo inesperado y
desaparece todo lo que existió entre ellos. Uno de los dos parece estar en
amnesia total, borrando completamente todo lo que pasó antes. Mira al otro, como si no lo conociera, como si
hasta ahora estuviera mirando a otra persona. Ahora hay repugnancia, repudio,
cierre en la cariñosa mirada de ayer. El
otro es impotente. Habla, promete, amenaza, llora inútilmente; le duele, pero
su voz no llega a atravesar el muro construido entre ellos. El otro es
intocable. Un sentimiento enloquecedor, irracional, insoportable. Como la muerte repentina. Porque es eso lo
que pasó, algo mató el amor.
En el mundo de los cuentos en estas ocasiones
suele aparecer el dragón. Y el príncipe se marcha para vencerlo…El dragón vive
en cuevas, así que el príncipe tendrá que avanzar hacia dentro. Porque lo que
acaba de aparecer, lo que viene del fondo de la cueva o lo que sale a la luz
del rincón telarañoso de la séptima puerta del castillo, no es otra cosa, sino
el Pasado. El desmentido, enterrado, encerrado Dolor, Miedo, Humillación del
Niño. O puede, que ni es suyo, sino lo de sus progenitores. No sabe identificarlo, separar uno del otro,
simplemente está en su interior y lo lleva por dentro.
Un bote secreto, en el que el dragón estaba
protegiendo bajo llave, y del que la princesa con el poder de los sentimientos
que causó en él, hizo desaparecer el candado. Puede que el príncipe esté
maldecido. Que sea prisionero de la ilusión y crea, que la princesa es el
dragón malvado, ya que todo lo malo, lo que esté en su alrededor es culpa suya.
Es el momento en que la princesa se transforma en un asqueroso, escamado
dragón, que está mostrando sus dientes y echa venablos. Espantoso monstruo, al
que hay que vencer y arrojar. Al príncipe le da igual la verdad, mientras su
verdad es esa.
¿Qué puede hacer la princesa? Respecto al
príncipe nada. No es asunto suyo. Su deber es centrarse en sí misma. Y no creer
de sí misma que es un dragón. Aun en las tormentas de ilusiones más
terroríficas debe conservar su propia identidad y proteger su tesoro, su
imperio interno, cuidando y desarrollando sus valores personales. Debe quererse
a sí misma, cuando el ser más importante en su vida no lo hace, porque no puede
hacerlo. No debe esperar nada, sobre
todo no del príncipe. Debe abrazar y proteger el amor, hasta que la lucha
interna del otro termine.
No existen garantías. Según la ley de la libre
voluntad, tanto el príncipe como la princesa pueden decidir de abandonar y
salir de la historia. Vivir el amor liberador no es más, que una posibilidad
para hacer algo con nuestro propio dragón interno, para que lo venzamos o lo amansamos
según la naturaleza del dragón y nuestra elección.
¿Qué es la salvación? Termine la historia como
termine, seguramente llegaremos más cerca de poder aceptarnos tal como somos. Lo
bastante bueno. Si ya logramos vernos como los bastante buenos, ya hemos aceptado el
regalo de nuestros padres, nuestra propia y justa adecuada vida para nosotros.
Y en este momento será posible encontrarnos
con alguien, que se acepta igualmente. Dos semejantes personas ya serán capaces de pronunciar con corazón puro
la frase de Heilinger: “Te quiero y te acepto tal como eres. Porque así eres ideal para mí. Te acepto a ti y a tu
destino.”
La salvación se realizó y el rey y la reina vivieron en creciente y
duradera felicidad.