Como padres, queremos lo mejor para nuestros hijos, sin
embargo, casi todos nosotros, transmitimos algún mensaje equivocado o hasta
perjudicial de manera inconsciente, mensajes, que asimilamos a la niñez y que
enseñamos sin darnos cuenta ni siquiera, que les damos como ejemplo. Evitarlo
del todo es imposible, visto que somos humanos y como tales, imperfectos y lo
máximo que podemos lograr es reducir la cantidad de nuestros patrones de
comportamiento negativo y -para compensar todo aquello, de lo que no queremos
ser modelos, pero se escapa de nuestro control-, apuntar los niños al coaching.
Sería estupendo, poder extender los límites actuales del coaching e introducirlo en la educación instuticional y estoy convencida de que esto de
una forma u otra algún día ocurrirá, pero mientras tanto,¿por qué no ocuparnos
nosotros mismos como padres responsables de que nuestros hijos puedan
experimentar un gran bienestar en su vida? Si de todos modos, pagamos por
alguna ocupación extraescolar para desarrollar su potencial solamente en una
área, por qué no pagar por algo, que les beneficiará en todos los campos de su
vida?
Además, gracias al apoyo del coach, lograrán diseñar sus
propias estrategias y caminos para alcanzar sus objetivos a través de un
conocimiento de sus capacidades y desarrollar mecanismos de retroalimentación
eficientes para efectuar luego, por sí mismos, las mejoras necesarias en su
futuro. Lo que significa, que llegarán a un punto, en el que no necesitarán más
a un coach externo, porque ya habrán desarrollado su propio coach interno para
toda su vida.
Por qué no hacemos entonces, que el coaching forme parte
de sus vidas desde pequeños y permitimos, que a través de él, encuentren su
propia voz, su propia opinión y sus propias metas antes que alguien lo haga por
ellos?
Y si les gusta el fútbol, la natación, la música, el
baile, el arte, o les importan mucho los estudios, etc., se pueden hacer las
dos (o más cosas) simultáneamente, consiguiendo de esta manera resultados
extraordinarios tanto en la escuela, como en otras áreas a las que se dedican
en su tiempo libre.
Espero e imagino, que para cuando mi hija llegue a la edad
escolar, diálogos entre ella y sus compañeros como por ejemplo:
„-¿Qué tienes esta tarde después de las clases?
-Tengo entrenamiento de futbol. Y tú?
-Yo, sesión de coaching.”
sean triviales.
Como coach, yo me comprometo a trabajar para que este tipo
de conversaciones sean habituales para niños y padres por igual, porque esto
significaría un futuro brillante para las nuevas generaciones, las cuales de
este modo podrían crecer teniendo presente el éxito no como algo ocasional, o
algo dependiente de factores externos y por consecuencia incontrolable, sino
como parte natural de sus vidas.