“A veces no tengo tiempo para mí misma, a veces ni
siquiera me da tiempo a comer bien o dormir lo suficiente. Mi vida es rápida y yo elegí vivirla así. Me
he sometido a la presión interna - generada por mi misma - y externa de mi jefe, de mi familia y de mis amigos,
hasta de gente desconocida, para aparentar algo, que no soy. No soy una
máquina, pero a todo el mundo le acostumbré a verme como si la fuera. Hasta yo misma creí, que podré mantener ese
ritmo para siempre, hasta el día, en que mi vida se derrumbó; hasta hoy. “
Estas son palabras de una persona
que se dio cuenta de su error y que además podría ser el prototipo de la mujer/hombre del siglo XXI., del siglo de la
información, del siglo de las “máquinas humanas”.
¿Por qué tanta prisa? ¿Será que
uno llega antes a su destino a esa velocidad?
Por lógica, podría ser
así…debería ser así. Si supiéramos a dónde nos dirigimos...
“Ningún viento es favorable a quien no sabe a dónde va.” Séneca tenía razón, solo se queja de las circunstancias quién no tiene una meta clara, ni un plan para lograrla.
“Ningún viento es favorable a quien no sabe a dónde va.” Séneca tenía razón, solo se queja de las circunstancias quién no tiene una meta clara, ni un plan para lograrla.
La velocidad puede ser peligrosa. En vez de ayudar a convertir
nuestros sueños en realidad, vivir la vida como si fuera una carrera
interminable sólo nos aleja de ellas. Hablamos y actuamos demasiado rápidamente, sin pensarlo bien antes, simplemente porque nos hemos acostumbrado a ello. Pero los malos hábitos se puede "curarlos" con determinación y persistencia.
Te propongo una cosa. Disminuye
tu velocidad, aunque sea sólo por unos días, para poder experimentar la
tranquilidad de las mañanas sin despertador; para saborear las comidas de las que te
sueles atragantar por comerlas demasiado deprisa, estando de pie en la cocina o en la oficina; para escuchar de verdad a la
gente que dices, que te importa, pero nunca le dedicas tiempo; para disfrutar
del canto de los pájaros en el parque, a lo que nunca prestas atención. Disfruta del momento, vívelo, saboréalo,
permítete un respiro, esconde tu reloj durante estos días y por primera vez en tu vida no te preocupes por el tiempo.
¿Cuántas veces nos pasa, que
buscamos la salida de una situación y esperamos que alguien nos diga que hacer,
que alguien nos salve de nosotros mismos para no tener que tomar las riendas de
nuestra vida y asumir la responsabilidad de nuestros actos? Llevar un ritmo demasiado acelerado, es
agotador, estresante; es un verdadero maltrato
de parte de uno mismo, pero preferimos ser caballos de carrera con las
anteojeras puestas, que ver y sobre todo remediar el caos que hemos creado a lo
largo de los años.
Si conduces a 220
km/h en la autopista , te resultará imposible ver todas las salidas existentes y menos aun tomar
la decisión de elegir alguna de ellas. Así que tomaras la salida de siempre, la
cuál ya la reconoces desde lejos, hasta con los ojos cerrados. Es la opción más cómoda,
pero ¿es la más beneficiosa? Vas tan rápido, que ni te das cuenta de la existencia
de los otros caminos que podrías tomar. Reducir tu velocidad a 70km/h te
permitirá a percibir todas las opciones que tengas delante y si eres capaz de
frenar un poco más y estás dispuesto a reducir tu velocidad a 50 km/h, hasta te dará tiempo de considerar
tus posibilidades y elegir la más conveniente en cada situación. O mejor detente por unos minutos para tomar un respiro antes de hablar y/o actuar.
No estoy diciendo, que no corras
nunca. Una vez, que sepas a dónde te diriges y tengas el plan detallado
para saber cómo llegar, puedes acelerar y escoger
el ritmo, que más te convenga, pero manteniendo los ojos bien abiertos en todo
tu camino, para reconocer en tiempo, si surge una oportunidad más favorable
y aprovecharla.
El mundo es como una autopista llena
de salidas, aunque por ahora sólo conozcas unas pocas, no te limites a tomarlas
única y exclusivamente, quién sabe, tomando una nueva opción, tal vez tu camino
sea mucho más corto, divertido o
simplemente diferente.
Yo hace poco decidí disminuir mi velocidad poco a poco y créeme, los primeros días fueron críticos. Me sentí mal, por perder el control sobre el tiempo, por no poder esconderme detrás de mis hábitos, por tener que volver a confiar en mis intuiciones y en mi reloj biológico, pero muy pronto, pude deshacerme de mis ataduras y disfrutar de esa increíble sensación de libertad, que te proporciona la simple elección de tomar tu vida con calma.
Yo hace poco decidí disminuir mi velocidad poco a poco y créeme, los primeros días fueron críticos. Me sentí mal, por perder el control sobre el tiempo, por no poder esconderme detrás de mis hábitos, por tener que volver a confiar en mis intuiciones y en mi reloj biológico, pero muy pronto, pude deshacerme de mis ataduras y disfrutar de esa increíble sensación de libertad, que te proporciona la simple elección de tomar tu vida con calma.
¿Y tú te atreves a moderar tu
velocidad?