¿Qué te dicen tus creencias sobre tu vida?
¿Por qué te pregunto esto? Porque indagar las creencias profundamente
arraigadas tal vez es la manera más eficaz y al mismo tiempo más
cruel de revelar por qué a menudo nos comportamos de forma injusta y demasiado
estricta con nosotros mismos. Quiero que seas consciente de tus
pensamientos y que reflexiones sobre la importancia de cómo expresarte
verbalmente y cómo eso puede influir en tus actos. Quiero también que
reconozcas tu propia responsabilidad con respecto a las consecuencias que estás
viviendo ahora mismo. Tal vez te duela reconocer que estas consecuencias tienen
mucho que ver contigo y que la persona que más daño te causó, probablemente fuiste tú.
Independientemente de lo que otras personas te transmitieron a lo
largo de tu vida, lo que se convirtió en tu propia fe y sistema de creencias.
Independientemente de “la domesticación” de todos los seres humanos, incluyéndote
a ti y de la forma en que te criaron o sea de tu “adiestramiento” personal. Una
palabra impactante-aunque no necesariamente negativa-, sin
embargo totalmente acertada, porque realmente, no se puede llamar de otra
manera, lo que hacemos (aun siendo consciente de lo que hago como
madre, que no siempre puedo evitar, me incluyo a mí también) con nuestros hijos.
Es lo mismo que nos hicieron, cuando éramos niños. No es que esto sea malo,
porque las costumbres, los límites, morales, pensamientos y actitudes que
nuestros padres, maestros y las personas más presentes en nuestras vidas nos
legaron, desde el principio nos ayudan a sobrevivir en la sociedad
actual.
Estos paradigmas, que representan nuestra sociedad y que son útiles y beneficiosos o defectuosos y falsos, también los elegimos nosotros. Toda nuestra vida,- dichosa o desgraciada-, depende de las elecciones, que hacemos a lo largo de ella, y de nuestra valentía de reconocerlas y ser consciente de ellas, para poder cambiar todo tipo de pensamiento, concepto y comportamiento erróneo, según los que actuamos en el presente.
Estos paradigmas, que representan nuestra sociedad y que son útiles y beneficiosos o defectuosos y falsos, también los elegimos nosotros. Toda nuestra vida,- dichosa o desgraciada-, depende de las elecciones, que hacemos a lo largo de ella, y de nuestra valentía de reconocerlas y ser consciente de ellas, para poder cambiar todo tipo de pensamiento, concepto y comportamiento erróneo, según los que actuamos en el presente.
El lenguaje, el código que utilizamos los seres humanos para comprendernos
y comunicarnos es un acuerdo entre todos. La lengua que aprendemos como lengua
materna, no la podemos elegir, aunque pienso que influye bastante en la calidad
de los pensamientos de una sociedad y de las personas a nivel individual de
cada sociedad, el idioma que uno habla. En mi opinión hay idiomas, que
favorecen más la conexión con nuestro yo interior que otras. Por eso, hay
personas, hasta naciones enteras, que empiezan sus vidas con una ventaja
enorme, gracias a su pasado y su lengua materna, que determina su forma de
pensar. Sin embargo, el idioma más apto para encontrar el equilibrio
interno, puede ser el mayor enemigo, si uno decide usarlo para castigarse a sí
mismo.
De niños no tuvimos la oportunidad de escoger ni nuestra lengua materna, ni
nuestras creencias, porque los niños creen e imitan todo lo que les dicen y
enseñan los adultos, sin condiciones y sin cuestionarlos.
Esto significa, que de una manera inocente y natural, estuvimos de
acuerdo con la información que otros nos transmitieron en el pasado
y la que ahora transmitimos a nuestros hijos también.
Creemos, que somos imprescindibles, que sin nuestra guía moral nuestros
hijos estarían perdidos, o completamente salvajes y nos empeñamos en formarlos
a nuestro gusto a través de las palabras, de un sistema de premios y castigos y
el ejemplo que les damos. No somos capaces de reconocer, que los únicos tres
regalos que podemos ofrecerles en realidad son: nuestro amor incondicional,
nuestro tiempo y atención y un ejemplo positivo. Y si estas tres cosas se las damos
disfrutando y de corazón, poseerán todas las herramientas necesarias para vivir
una vida plena y dichosa.
Sin embargo es difícil vencer el miedo terrible, de que nuestros hijos no
sean lo suficientemente buenos. Este miedo se origina en el sentido de que
nosotros mismos tampoco nos sentimos lo bastante buenos ni para otras personas
ni para nosotros mismos. Justamente es esto lo que queremos evitar: que pase
con nuestros hijos y exactamente es esto, lo que conseguimos con nuestro
esfuerzo.
Esta insatisfacción interna, que se hereda de generación en generación hace
que al final nos convirtamos en nuestro propio domador.
Según el sistema de creencias que nos transmitieron y utilizando el mismo
sistema de castigo y recompensa, nos castigamos a nosotros mismos cuando no
seguimos las reglas de nuestro sistema de creencias.
Por suerte, las normas, las reglas, las creencias se pueden mantener -es lo
que la mayoría de las personas hacen inconscientemente- o CAMBIAR. Para que
dicho cambio sea lo menos doloroso posible, realmente positivo y sobre todo
sostenible, contar con el apoyo de un coach puede ser una de tus mejores
decisiones a largo plazo, si así lo decides.
Existen cientos de caminos para escoger, pero no lo olvides (de todos modos
tu coach no permitirá que lo hagas); todo lo que necesitas para el cambio, ya
está dentro de ti.